Melbourne Honey Moon (Los buenos tiempos)


Un par de meses atrás, quizá desde el último y porqué no aceptarlo derrotista post, retomé las energías que había ido perdiendo por el camino desde que llegué de Barcelona a principios de Junio.

Por ese entonces ya llevaba  4 meses trabajando sin pensar demasiado en el futuro y con la fecha MARZO 2014 grabada en la mente –es cuando se me acaba el visado. Y con esa energía iba arrastrándome por las semanas, sometiéndome a un auto-boicot en espiral de esos que le pueden llevan a uno a dejarlo todo de un día para otro.

Así que me puse a intentarlo una vez. Además, me apunté al gimnasio, empecé a comer mejor y a aprovechar más el tiempo libre (vivir más el presente y pensar menos en el futuro).

Definí dos objetivos: intentar mejorar mi vida aquí y buscar opciones fuera de Australia ya que cuando se me acabe el visado, la única posibilidad que tendré será la de quedarme otra vez como estudiante, pagando mucho dinero por ello, lo que a día de hoy sigo sin ver como opción.
Ya con estos ajustes he ido buscando opciones: que si un máster en Antropología, que si un proyecto de cooperación, que si trabajo de lo mío…como quien dice, he estado sembrando. Y a día de hoy todas las opciones siguen siendo válidas hasta que no se defina una que me lleve a decidir.

He ido alternando trámites con conocer gente nueva y trabajo de camarero con sesiones en el gimnasio y paseos por los bosques de Belgrave y así, poco a poco, se han ido definiendo algunas cosas.



Y finalmente he encontrado trabajo de Community Worker, el equivalente a Educador/a Social en España. Trabajaré con personas discapacitadas que han están o han estado en prisión con el objetivo de evitar que reincidan a través de un programa de resinserción comunitaria. El equipo es genial, estuve tres días de prueba y me encantaron. Además tienes que desplazarte y te dan coche, Ipad y móvil, todo muy australiano. 

Empiezo este miércoles. Al tener la limitación horaria por el visado (solo puedo trabajar 20h/semana) quieren 'explorar', en el caso de que les guste y me guste el trabajo, la opción de hacer un visado permanente. 

Por mi parte, aunque no sea nada definitivo me permitirá ir más descansado. 

Toca volver a empezar por enésima vez pero esta vez en un ruedo conocido, el de mi profesión.




Extraños en el Paraíso

“La experiencia es simplemente el nombre que le damos a nuestros errores” (Oscar Wilde)


Y ya llevo un año aquí…inevitable no hacer un balance de todo y darme cuenta de lo dura que es la experiencia, aunque no me quejo, conste en acta.

En un año muchas cosas han cambiado pero lo que ahora más me ocupa es ver qué hago con el resto del tiempo que me queda en Australia y sobretodo, con el que vendrá después.

De esto ya me he desencantado totalmente. Al principio pequé como todos, de ingenuo, creyendo que por venir a probar iba a conseguir un visado de esos que te hacen la vida más fácil y que luego podría decidir si me quedaba o no. Que podría viajar por Australia y además ahorrar dinero…nada de eso. De hecho, si lo hubiera sabido, seguramente no hubiera venido.

Mi experiencia es la de haber gastado todos mis ahorros en visados, en venir y en vivir aquí y la de trabajar por encima de mis posibilidades en cosas que hace 10 años no me hubiese importado trabajar pero que hoy, después de un año perdiendo salud en trabajos no cualificados, espero no tener que repetir nunca más.

Es un sentimiento de pérdida total, los cursos de inglés me sirvieron para mejorar relativamente pero en sí no me sirven de nada porque tampoco quiero quedarme; el de business es sólo un requisito de inmigración para poder seguir aquí. A eso sumo un año de indecisiones y pérdidas por cuestiones también al margen de Australia, un año en el que ahora estoy trabajando para poder recuperar todo el dinero perdido invertido.

La zanahoria y el burro

Australia es, a mi modo de ver, un país “trampa”. En un mundo donde el dinero marca tus posibilidades, Australia se posiciona en este momento de la Europa de la crisis como un sueño dorado. No es nada recomendable para quienes estamos de paso y con restricciones por ser un lugar donde es difícil llegar, quedarse e incluso irse.

Emigrantes indios, asiáticos y de los emiratos árabes, niños de papá del resto del mundo se pasean por Melbourne full on. Jovencísimos, sus adineradas familias les han pagado la carrera y la estancia para que no tengan que preocuparse de nada, consumen sin parar en lo que para ellos es la idea más cercana de occidente que pueden tener por el momento. Una vez más, es imposible no ver que el éxito en Australia es también cuestión de clase social.

Europeos con Working Holiday Visa que se pasan uno o dos años trabajando full-time y que no han gastado nada para venir en comparación con lo que gastamos los que tenemos visa de estudiante (no pagan cursos). Estos se divierten haciendo dinero y viajando, Australia es un país de vacaciones para ellos. Además, muchos tienen, por su sistema educativo, un mejor nivel de inglés por lo que, al poder trabajar full-time, también les es más fácil conseguir visados mejores en el tiempo que están aquí.

Nada de esto es una queja, tan sólo una opinión de alguien que ve a su alrededor a otros que también están de paso pero que vienen con todo a favor.

Hasta entonces

Lo dicho, que voy a curarme en salud. Quiero recuperar el dinero invertido (y perdido) para no irme de aquí además de confundido, sin un real, así que me propongo, en los 6 meses que me quedan, trabajar bastante y dedicarme un poco más a mí: hacer deporte, ver a los amigos, y si surgiera la posibilidad, hacer algún viaje. 

Y lo digo así porque esa es otra, viajar por Australia, como el resto de cosas, es también demasiado caro.

Así que para quienes vean en Australia un país de sol, canguros y clases de inglés sólo decirles que sí lo es, pero únicamente si vienen de vacaciones. Habrá otros que cuenten lo fantástico de estar aquí viajando pero hoy en día, escuchando también las experiencias de otr@s español@s, la cosa es bastante complicada.

Ni negativo ni triste, al contrario, realista y positivo de cara a enfrentar nuevos proyectos.


Saludos, a 6 meses para irme de aquí.

My beautiful Laundrette

El sábado me tocó lavar ropa, ¡por fin! Y es que me encanta ir a la lavandería de la calle Johnston, a Mi Hermosa Lavandería. Es un momento de tranquilidad tal que vale la pena tomar un rato para describirlo.



Para empezar, el nombre del local está tomado de la peli dirigida por Stephen Frears que se estrenó en 1985 en la que Daniel Day-Lewis caracterizaba a un joven londinense que por azar recupera la amistad con un antiguo amigo de la escuela al que ayuda con el negocio de su tío, la lavandería.


Antiguas máquinas de lavar Speed Queen de carga superior que no fallan, secadoras gigantes, máquinas de café, bebidas y snacks para pasar el rato…y la música, ¡qué musicote! La primera vez que fui sonaba jazz y ayer, temas africanos.



Es baratísima, lavas por sólo $2,60. Y por $2 la secas durante 30min. Me pilla un poco lejos de casa pero vale muchísimo la pena; para mí que adoro la belleza de la sencillez, es toda una experiencia.


Ves desfilar una auténtica amalgama de melbournitas, desde l@s african@s de los bloques de enfrente hasta hipsters que van porque les resulta cool y porque ya están allí (Fitzroy es el barrio hipster de Melbourne por excelencia), pasando por gente que lee, juega a las damas, resuelve un crucigrama, trabaja con el ordenador o simplemente mira al techo…la clientela característica del barrio de Fitzroy. Yo vivo en el barrio de al lado, Carlton, pero lo cierto es que fui a inspeccionar la lavandería que han reabierto al lado de casa y es, además de carísima, muy muy aburrida, así que declaro mi amor por My Beautiful Laundrette y de paso ando 15min, que nunca viene mal.



Llego, programo mi lavado, saco una bebida refrescante-dietética-con burbujas-con extracto de cola y me siento a leer un libro que me lleve, por ese breve lapso quincenal de apenas una hora, de vuelta a casa. De Barcelona me traje Últimas tardes con Teresa, de Marsé (DeBolsillo). Y ahí entre el runrún de las lavadoras, el ir y venir de la parroquia habitual y la música colorida de turno, me aventuro por la Barcelona de los años 50, acompañando al Pijoaparte, el protagonista de la novela, en sus aventuras.


Luego vuelvo a Carlton, a Melbourne, a este paréntesis insular de casi un año ya en el que me dedico a trabajar para tener con qué seguir camino mientras tropiezo con momentos de calidad como el de la lavandería.

La bici que me robaron, la habitación en la que vivo

La habitación en la que vivo está recortada, es un hecho. Hace cien años debió ser una magnífica habitación, amplia y con tres ventanales. Pero la necesidad acucia, las propiedades se venden o se heredan y tocó reformar. A cada sub habitación le pusieron nevera, cocina, armario y cama y las empezaron a alquilar a personajes de distinta naturaleza.


El baño se comparte. En mi caso, con un paisano y con un señor mayor, ya retirado, que paga la habitación con la pensión y a quien no se le conoce familia.

El problema yo lo tengo con la alarma de incendios y la farola de la calle. El primero porque cuando se me queman las tostadas, unas 2 veces a la semana, la alarma salta emitiendo un pitido que convertiría a cualquier ser pacífico en una bomba de relojería. Dura medio minuto y ya nos llevamos mejor.
En una habitación de 3x2 convivimos la alarma, yo y todo el mobiliario que comentaba.

Lo de la farola se medio soluciona con la persiana, pero no del todo. Aquí vivo desde hace mes y medio y aquí me quedaré hasta Marzo, cuando me vaya de Australia. Es menos caro (nada es barato aquí) y está muy cerca del centro.

La otra es que me robaron la bici, con lo segura que es Australia, pero yo creo que me la devuelven, seguro que alguien la ha cogido porque la necesitaba pero en breve me la deja en la puerta de casa.

Lo bueno de todo es que como la habitación es pequeña salgo más y no tener bici en invierno tampoco es tan malo, con el frío que hace aquí. 

Así que los próximos 6 meses alternaré lo de trabajar con lo de viajar, que casi ni me he movido por aquí, con lo grande que es esto.


¿Y después? ¡Quién sabe!

La centrifugadora - animando a quienes se lo están pensando [parte 1 de 2]

(Dedicado a quienes quieren venir y a quienes ya están aquí, currándoselo cada día)

Comento con amigos que Australia es como una centrifugadora en todos los sentidos, por lo menos para quien viene con expectativas que van más allá de viajar y volverse.

 Un@ llega aquí tras una gran inversión de tiempo (en tomar decisiones y ajustar expectativas), dinero (venir es caro) y emociones (la familia y los amigos se quedan, la sensación de soledad…). Y llegas al aeropuerto. ¿Vienes por 6 u 8 meses? Eso no importa, como si vienes por 3, porque el proceso es similar. El primer mes te aclimatas, empiezas el curso que has contratado, buscas casa y trabajo, haces los primeros contactos, quizá visitas un poco la ciudad o los alrededores, hablas bastante con la familia, haces amigos… Durante el segundo continúas intentando asegurar todo esto y empiezas a darte cuenta de que puede ser algo más difícil de lo que creías. Buscas trabajo ‘de lo tuyo’ pero ves que tu visado, tu nivel de Inglés y tu titulación no aseguran tanto esa expectativa inicial, así que te mantienes en ese trabajo no cualificado que en España difícilmente hubieras hecho (entre otras cosas porque también es difícil de encontrar), pero que aquí, de momento, es el único que te ofrecen.

Mientras tanto te has dado cuenta de que vivir gastando lo mínimo es carísimo por estas latitudes, que tus ahorros de España empiezan a desvanecerse y que, quizás, no has podido siquiera viajar a la ciudad de al lado. Por eso pasas los días buscando un trabajo mejor, un alojamiento más barato y sigues estudiando y a veces diciendo que no a posibles trabajos, pues al curso tienes que ir (has pagado y es obligatorio).

Dependiendo de tu aguante, tus expectativas iniciales, tu capacidad de adaptación y las previsiones económicas, estarás pensando, a mitad de tu visado, si renuevas o te vuelves a casa.

Asi, por unos meses, estás en pleno centrifugado, programa largo para materiales delicados.

Pero esto es fantástico, la verdad. Te das cuenta de lo mucho que vale la pena esta experiencia, de lo distintos e iguales que llegamos a ser independientemente de donde seamos. Del mundo que te rodea, del cómo se ven las cosas desde aquí, de la sensación de ligereza que da el estar tan lejos, por tu cuenta, detrás de las cosas que quieres o que querías y que desde que han llegado no han dejado de cambiar de color y tamaño.

Y si puedes y sigues pensando que vale la pena (en casa te cuesta mucho mas conseguir mantenerte), renovarás tu visado por más tiempo, como comprar una ficha de todo un año en la montaña rusa.


Pero llega, llega el momento en el que termina el centrifugado y sales disparad@. Quizá con un Visado de Trabajo Permanente, otro Visado de Estudiante o un billete de vuelta a casa.

Esto es difícil pero vale la pena intentarlo, si consigues dejar los miedos y las excusas de lado. Por lo menos, centrifugar implica un movimiento, una energía, un sentirse vivo luchando por lo que un@ quiere.





Volver a empezar

Era necesario. Los últimos meses en Australia habían sido duros en tanto que no conseguía visualizar las razones que me hacían quedarme aquí. Trabajos no cualificados por los que pagaban bien, nuevas amistades, la ciudad, la rutina…

Y así fue. Encontré billetes baratos y pude dejar los trabajos en standby por eso de estar trabajando eventualmente. Dejaba los dos caterings y el proyecto de percusión con los niños, que no recuperaría a la vuelta, aunque por entonces no lo supiera todavía. Tuve suerte con el tema de la habitación, pues unos estudiantes a los que recibí quisieron quedarse en mi ausencia. En la escuela pude cuadrar 6 semanas de vacaciones. Estaba todo listo. Lo demás fue algo conocido de sobras: hacer maletas, despedirme y coger un avión hasta mi casa.

Era más que extraño el hecho de ir a casa de vacaciones para luego volver a Australia, donde vivo ahora.
Enfrentarse a los temas pendientes, a cosas que hay que cerrar, resolver, mantener o celebrar es algo que hay que hacer, en mi opinión, estando muy segur@ de cuál es el siguiente paso. En mi caso el siguiente paso era volver a empezar, tomar este tiempo en Barcelona como un aliciente para retomar este proyecto, esta experiencia en Australia, como algo únicamente mío.

Y así fue. Tuve la oportunidad de celebrar la vida y la amistad, de compartir momentos con todas aquellas personas con las que he caminado tantos años, tiempo de reconciliarme, de reencontrarme y de disfrutar con los míos. Fue sólo un instante, pero fue suficiente como para saber que todos me apoyan aunque prefieran tenerme cerca, que me animan a seguir.

Volver a empezar, decía, no está siendo fácil en absoluto. Rápidamente he recuperado lo funcional: casa, trabajos y escuela, pero quién haya vivido alguna vez fuera de casa sabe que eso es apenas la punta del iceberg.

En esta nueva etapa siento que tengo un montón de cosas por hacer y la energía necesaria para afrontarlas. Trabajar únicamente de educador, viajar por Australia y disfrutar más de mi tiempo son algunos de los principales propósitos.

De momento lo dejo aquí, seguiré informando…


¡Gracias a l@s de casa, por ser y estar!


Cap.10 / Celebrar la juventud


El fin de semana pasado tuve lo que los alcohólicos llaman un momento de lucidez.

Viajaba en avión por primera vez desde que llegué aquí, hace ya 7 meses. Fui a Byron Bay, en la costa este, para encontrarme con todo el equipo de AussieYouToo, la agencia de estudiantes con la que colaboro desde Melbourne. Fueron sólo 3 días pero me parecieron tan intensos que sólo me satisfizo la idea de empezar a aprovechar mejor las oportunidades, de darle una vuelta de tuerca más a mi vida aquí y de no dejarme absorber por la rutina. Lo cierto es que el plan de trabajar y estudiar en un país extranjero llega a ser agotador y pocas veces encuentro el tiempo para hacer otras cosas. Toca cambiar eso.


Pues ahí estaba, en plena noche de sábado. La noche anterior había llegado a Byron, noche de fiesta en el HotelNorthern donde conocí a la mayoría del equipo (Juan, Javi y Leti) y a vari@s español@s que viven allí. Al día siguiente llegó Fer y nos reunimos en casa de Juan. Por la tarde organizamos una barbacoa que se alargó hasta pasada la medianoche y a la que se fue añadiendo un montón de gente. En un momento de la noche me fui a dar una vuelta.


Bajé por el camino de la playa, descalzo y tranquilo, sintiendo la arena entre los dedos de los pies y la brisa suave que me acariciaba la piel, dándome la bienvenida al paseo nocturno. El clima era perfecto, de noche habanera. No llegué a meterme en el agua. Durante el paseo, que no duró más de 10 minutos, pensé en lo bien que me estaba sintiendo desde que había cogido el avión la tarde anterior y me di cuenta (momento de lucidez) de que me había organizado la vida en Melbourne de la misma manera que lo había hecho cuando vivía en Barcelona: primero trabajar y luego el resto.
Si bien es cierto que adaptarme aquí ha supuesto en sí un trabajo de muchas horas y un esfuerzo en ocasiones desmesurado, también he dejado de lado el disfrute que toda novedad debe comportar, convencido de que cuanto más trabajara mejor, cuanto más pudiera recuperar de lo invertido mejor, etc. Los vaivenes emocionales han hecho el resto y ahora me estoy cansado, necesitando unas vacaciones.

Entendí que el tiempo que pasara aquí, la experiencia, tendría que ser a partir de ahora algo más general y no sólo el resultado cuantificable basado en la suma de trabajo + dinero ganado + cosas hechas. Para eso he necesitado 7 meses y siento que en Barcelona no me habría dado cuenta.

Toca entonces celebrar la juventud, tomar algunas frases mil veces repetidas, formuladas como verdades taxativas pero vacías de contenido si un@ no es capaz de ponerlas en práctica. Que la felicidad no es el objetivo sino el camino, que las piedras que cargamos son auto-impuestas...en adelante vivir más el presente, pensar menos en el futuro y disfrutar del camino.

Me parece un buen principio para un final de etapa. 


Cap.9 / Vaivenes, diversidad cultural y nuevos planes


El visado llegó según lo previsto. Un año más por aquí, 20h de trabajo a la semana y dos cursos a llevar a cabo con sus intervalos de vacaciones para poder trabajar más tiempo o viajar de baratillo por Australia. Una política impecable señoras y señores. Todo el dinero que ganas se queda aquí. Por suerte los sueños de uno valen más que todo eso y dejamos de lado lo material, venimos y aprovechamos la experiencia al máximo.

¿Que cómo va por aquí? Pues muy bien, contento con el nuevo visado y con ganas de aprovechar la estancia con algo más que un empate. Melbourne (lo que Australia es para mí de momento) sigue en efervescencia constante, desprendiendo unas ganas de vivir envidiables para una ciudad tan joven y con una variedad de colores, lenguas y culturas impresionante. Hoy perdió Alonso, hace dos semanas hubo un festival de música gratis y el mes pasado celebraron el año nuevo chino, ¿o hace dos? El caso es que aquí no faltan planes para hacer, lo que es una excepción en el resto de ciudades de Australia. Por esa parte, no echo de menos Barcelona.



Para alguien como yo, acostumbrado a viajar, moverme en otros idiomas e ir conociendo gente allí donde voy, Melbourne no resulta un lugar difícil en especial, hoy por hoy bastante monótono en cuanto al día a día (casa – escuela – trabajos) pero con matices excepcionales que hacen que todo esto esté valiendo la pena.

El otro día estábamos trabajando mano a mano un coreano, dos filipinos, un holandés, un indio, un senegalés, un australiano y servidor. Montábamos una sala para una conferencia en el mejor centro de convenciones de Asia-pacífico, paré un momento y me di cuenta de que ese era el gran logro de la sociedad australiana, un país globalizado al 100%, con políticas de inmigración bien definidas, proteccionista y con un nivel de vida altísimo, temas sociales en los que seguir trabajando (la situación de los aborígenes todavía es vergonzosa) y un nivel de paro bajísimo. Ahí estábamos, tan distintos y a la vez tan iguales. Se me ocurrió que quizá no todos los que venían aquí procedentes de la vieja Europa estarían dispuestos a compartir el trabajo y la mesa (cenamos siempre juntos) con semejante variedad y menos cuando las órdenes las da un asiático o un árabe, a fin de cuentas fuimos los europeos los que inventamos el racismo.

Pero tampoco es la panacea, aquí se viene a currar duro y de cualquier cosa, a gastar mucho dinero y a irse con lo puesto y un poquito más, Australia es muy caro y el sentido de la visa de estudiante es precisamente ese y se rige por la máxima de que todo queda en Australia. Por eso he pensado que después de este año de más, si no surge un sponsor que me proporcione una visa de trabajo que me permita trabajar a tiempo completo sin tener que estudiar, buscaré otras opciones más económicas en otro país.

Y mientras tanto, a seguir viviendo esta experiencia tan genial con alegría y exprimiendo cada oportunidad al máximo, que para eso hemos venido.



Cap.8 / Renovar la Bi$a


Con B de billete y $ de dólar. Y es que renovar por una temporada más en el ya copado equipo de extranjeros que somos aquí en las antípodas, es algo muy caro.

El gobierno australiano se a$egura de que todo quede en casa y exige unos requisitos básicos sólo aptos para algunos bolsillos. En mi caso, he tenido que tirar de ahorros, pero a toro pasado me repito una y mil veces que para eso están y que el que algo quiere, mucho le cuesta, en este caso.

Así que no todo es decidir si vienes o no a las antípodas, una experiencia única en todos los sentidos, sino que también cabe pensar que después, si quieres quedarte, tienes que invertir un montón de dinero. De eso se encarga la alegre industria de la educación porque, toda persona que quiera quedarse pudiendo trabajar, si no tiene un sponsor, pareja australiana o derecho a la working holiday visa, tendrá que comprar un curso.

Mi caso ha sido el de la mayoría aquí: llegas con una visa corta (4 meses), trabajas para mantenerte (las 20h/semana no dan para ahorrar) y cuando todo empieza a marchar bien, ¡toca renovar visado! La verdad es que yo me dormí en los laureles y tardé, porque no tenía muy claro si quedarme o no, en mirar mis opciones de renovación. Brevemente, lo que yo he necesitado para hacer los trámites es:

        Seguro Médico Obligatorio (35€/mes de visado)
         Pruebas médicas (220€)
        Solicitud de visado (400€)
Curso (unos 4500€ mínimo por un año)

Las tres primeras tienen un precio fijo y son estándares para la mayoría de los visados.

En cuanto a los cursos vi que la gente suele elegir cursos de business y accounting alegremente, por ser los más baratos y de mayor duración. Estuve a punto de firmar un año de business pero luego pensé que ya que había que pagar, por lo menos elegiría algo que me gustara.
Finalmente resolví estudiar un poco más de inglés para prepararme el IELTS en la escuela Fusion English y un certificado de instructor de fitness en el ACSF, que puedo combinar con capoeira y con educación social.

Deporte 1 – Negocios 0

Ayer hice las pruebas médicas y ahora es sólo cuestión de esperar la respuesta de inmigración.
En total me queda un año entero de visado, un año más por aquí en el que veré las opciones de quedarme más tiempo pero no como estudiante sino como trabajador o residente, desarrollando mi profesión o algo que se le parezca. Si no se diera el caso, buscaría otras alternativas.

Seguiremos informando.

Cap.7 / Rodando por la City


Uno de los gastos a tener en cuenta cuando un@ se instala en Melbourne es el del transporte público. Acostumbrado a moverme en metro o bus por Barcelona, con el ajetreo de los primeros meses aquí no me plantee otra cosa, de forma que desde el primer momento me hice con una MykiCard y resolví el problema de las distancias entre los suburbios y la city.

Aquí el transporte público lo gestiona una empresa privada que cobra nada más y nada menos que $3.5 (2.75€) por un billete individual y $35 (27.5€) por la tarifa semanal. La mensual se queda en $129 (101€). El servicio está bien aunque los tiempos de espera son larguísimos y el tránsito impide que los tranvías circulen más rápido. Total, que un@ pierde tiempo y gasta mucho dinero.

Viendo el panorama, empecé a pensar en comprar una bici. Es una alternativa barata, limpia y rápida. Además haces ejercicio. De la tienda no salían por menos de $200 así que empecé a buscar de segunda mano, también sin demasiado éxito.

Melbourne tiene una cultura del uso de la bicicleta muy fuerte. Hay bike paths (carril-bici) por toda la ciudad e incluso entre los parques, de forma que según donde vayas puedes cortar camino para evitar el tránsito.
Finalmente, mi profesor de inglés me comentó acerca de un proyecto de reciclaje de bicis en el que puedes construir tu propia bici con piezas de otras que la gente va donando. Además te enseñan a hacerlo y te prestan todas las herramientas. Cuando terminas te tasan la bici y sueles pagar entre $30 y $50. Siempre que necesites arreglarla solo tienes que acercarte y hacerlo tú mism@. Suena genial, ¿eh?

Pues así lo hice. Tardé tres días en convertir un cuadro con pedales en un medio de transporte. Lo mejor, todo el proceso. Primero, es ocio gratis. Segundo, aprendes un montón. Tercero, el resultado. Además engancha, ya tengo otra en camino.

Desde calibrar las ruedas hasta arreglar frenos, sillines, manillares y cadenas, llenarte de grasa y maldecir cuando la pieza no encaja, para al final sonreír satisfecho por haberlo conseguido.

El resultado es una bici de una sola velocidad con el cuadro de carreras y el manillar ‘tuneado’, mi joyita particular. ¿Precio? $40 (31€). ¡Ya no me muevo de otra forma! En realidad llego más rápido ya que no camino hasta la parada ni espero el tranvía, aparco más cerca del lugar al que voy y no hago paradas.



Cap. 6 / Crónica de año nuevo


En un abrir y cerrar de ojos ya llevo más de tres meses aquí. De un golpe pasó mi cumpleaños, Navidad y Nochevieja. Veo que el último post es de unos días antes de cumplir los 30 y me doy cuenta de que en menos de un mes, se me termina el visado.

En el 2012 se quedan muchas cosas, quizá demasiadas, pero las buenas expectativas de este año que empieza hacen que se abra un mundo de posibilidades. Estar tan lejos ayuda mucho.

Este año, en vez de escribir la carta a los Reyes (que sabía que no iban a venir) me la he escrito a mí mismo en forma de lista de deseos para así llevar a cabo una serie de proyectos sin despistarme demasiado, que me conozco.

Las celebraciones en general, por mucho que uno se rodee de amigos, estando tan lejos quedan diluidas entre otros planes, de forma que preferí hacer este ejercicio a pensar demasiado en lo lejos que están la familia y las amistades.

Como mi trabajo se terminó a mediados de Diciembre y en la escuela de inglés también nos dieron holidays, tuve tiempo de sobras para descansar, disfrutar y pensar. Durante 5 días estuve en The Grampians National Park disfrutando de la grandeza de Australia cuando se olvida de ser urbana. Vi canguros, wallabies y emúes en libertad, acampé (cosa que hacía más de 5 años que no hacía), me bañé en un lago y subí al punto más alto de Victoria, el Mount William. Antes de irme mandé postales de navidad y a la vuelta, mientras aquí ya era 2013, llamé a los más cercanos para decirles que el año nuevo había llegado y que parecía ser mejor que el anterior.


Ya en estos primeros días de Enero he empezado a hacer una pequeña previsión de lo que quiero hacer durante este año y me he marcado algunos objetivos, entre ellos visitar Barcelona. Además, espero poder escribir una carta y un post a la semana por lo menos, y entrenar capoeira tanto como me sea posible.

También me centraré en buscar trabajo como educador social, cosa que en cierta manera ya he encontrado. Aunque sólo serán unas horas a lo largo de 3 meses, en Febrero empiezo a impartir un taller de percusión con jóvenes del barrio de Fitzroy, en su mayoría hijos de inmigrantes subsaharianos e hindúes. En sí, el rol es el de tallerista, pero me hace mucha ilusión volver a trabajar con jóvenes en un proyecto musical. 

Precisamente así empecé a en el mundo de la educación y también a aprender percusión, en el año 2000, cuando formamos una batukada en la Barceloneta con algunos jóvenes del Esplai en el que hacía de monitor.

Por otra parte, se me ha vuelto a despertar el sueño de estudiar un máster con beca, ya estoy viendo las opciones, veremos qué frutos da.

Y nada más de momento, espero que a los que leáis este post el inicio del año os haya sonreído tanto como a mí y que a lo largo del 2013 podamos ir contando los sueños que vamos consiguiendo. 

¡Feliz año nuevo!