El fin de semana pasado tuve lo
que los alcohólicos llaman un momento de lucidez.
Viajaba en avión por primera vez
desde que llegué aquí, hace ya 7 meses. Fui a Byron Bay, en la costa este, para
encontrarme con todo el equipo de AussieYouToo, la agencia de estudiantes con
la que colaboro desde Melbourne. Fueron sólo 3 días pero me parecieron tan
intensos que sólo me satisfizo la idea de empezar a aprovechar mejor las oportunidades, de darle una
vuelta de tuerca más a mi vida aquí y de no dejarme absorber por la rutina. Lo
cierto es que el plan de trabajar y estudiar en un país extranjero llega a ser
agotador y pocas veces encuentro el tiempo para hacer otras cosas. Toca cambiar eso.
Pues ahí estaba, en plena noche
de sábado. La noche anterior había llegado a Byron, noche de fiesta en el HotelNorthern donde conocí a la mayoría del equipo (Juan, Javi y Leti) y a vari@s
español@s que viven allí. Al día siguiente llegó Fer y nos reunimos en casa de
Juan. Por la tarde organizamos una barbacoa que se alargó hasta pasada la
medianoche y a la que se fue añadiendo un montón de gente. En un momento de la
noche me fui a dar una vuelta.
Bajé por el camino de la playa,
descalzo y tranquilo, sintiendo la arena entre los dedos de los pies y la brisa
suave que me acariciaba la piel, dándome la bienvenida al paseo nocturno. El
clima era perfecto, de noche habanera.
No llegué a meterme en el agua. Durante el paseo, que no duró más de 10
minutos, pensé en lo bien que me estaba sintiendo desde que había cogido el
avión la tarde anterior y me di cuenta (momento de lucidez) de que me había
organizado la vida en Melbourne de la misma manera que lo había hecho cuando
vivía en Barcelona: primero trabajar y luego el resto.
Si bien es cierto que adaptarme
aquí ha supuesto en sí un trabajo de muchas horas y un esfuerzo en ocasiones
desmesurado, también he dejado de lado el disfrute
que toda novedad debe comportar, convencido de que cuanto más trabajara mejor,
cuanto más pudiera recuperar de lo invertido mejor, etc. Los vaivenes
emocionales han hecho el resto y ahora me estoy cansado, necesitando unas vacaciones.
Entendí que el tiempo que pasara aquí, la experiencia, tendría que ser a partir de ahora algo más general y
no sólo el resultado cuantificable basado en la suma de trabajo + dinero ganado + cosas hechas. Para eso he necesitado 7
meses y siento que en Barcelona no me habría dado cuenta.
Toca entonces celebrar la
juventud, tomar algunas frases mil veces repetidas, formuladas como verdades
taxativas pero vacías de contenido si un@ no es capaz de ponerlas en práctica.
Que la felicidad no es el objetivo sino el camino, que las piedras que cargamos
son auto-impuestas...en adelante vivir más el presente, pensar menos en el futuro
y disfrutar del camino.
Me parece un buen principio para un final de etapa.