El visado llegó según lo
previsto. Un año más por aquí, 20h de trabajo a la semana y dos cursos a llevar
a cabo con sus intervalos de vacaciones para poder trabajar más tiempo o viajar
de baratillo por Australia. Una política impecable señoras y señores. Todo el
dinero que ganas se queda aquí. Por suerte los sueños de uno valen más que todo
eso y dejamos de lado lo material, venimos y aprovechamos la experiencia
al máximo.
¿Que cómo va por aquí? Pues muy
bien, contento con el nuevo visado y con ganas de aprovechar la estancia con
algo más que un empate. Melbourne (lo que Australia es para mí de momento) sigue en
efervescencia constante, desprendiendo unas ganas de vivir envidiables para una
ciudad tan joven y con una variedad de colores, lenguas y culturas
impresionante. Hoy perdió Alonso, hace dos semanas hubo un festival de música
gratis y el mes pasado celebraron el año nuevo chino, ¿o hace dos? El caso es
que aquí no faltan planes para hacer, lo que es una excepción en el resto de
ciudades de Australia. Por esa parte, no echo de menos Barcelona.
Para alguien como yo,
acostumbrado a viajar, moverme en otros idiomas e ir conociendo gente allí
donde voy, Melbourne no resulta un lugar difícil en especial, hoy por hoy
bastante monótono en cuanto al día a día (casa – escuela – trabajos) pero con
matices excepcionales que hacen que todo esto esté valiendo la pena.
El otro día estábamos trabajando
mano a mano un coreano, dos filipinos, un holandés, un indio, un senegalés, un
australiano y servidor. Montábamos una sala para una conferencia en el mejor
centro de convenciones de Asia-pacífico, paré un momento y me di cuenta de que ese
era el gran logro de la sociedad australiana, un país globalizado al 100%, con
políticas de inmigración bien definidas, proteccionista y con un nivel de vida
altísimo, temas sociales en los que seguir trabajando (la situación de los
aborígenes todavía es vergonzosa) y un nivel de paro bajísimo. Ahí estábamos,
tan distintos y a la vez tan iguales. Se me ocurrió que quizá no todos los que
venían aquí procedentes de la vieja Europa estarían dispuestos a compartir el
trabajo y la mesa (cenamos siempre juntos) con semejante variedad y menos
cuando las órdenes las da un asiático o un árabe, a fin de cuentas fuimos los
europeos los que inventamos el racismo.
Pero tampoco es la panacea, aquí
se viene a currar duro y de cualquier cosa, a gastar mucho dinero y a irse con
lo puesto y un poquito más, Australia es muy caro y el sentido de la visa de
estudiante es precisamente ese y se rige por la máxima de que todo queda en
Australia. Por eso he pensado que después de este año de más, si no surge un
sponsor que me proporcione una visa de trabajo que me permita trabajar a tiempo
completo sin tener que estudiar, buscaré otras opciones más económicas en otro
país.
Y mientras tanto, a seguir
viviendo esta experiencia tan genial con alegría y exprimiendo cada oportunidad
al máximo, que para eso hemos venido.