Emigrar en tres actos


Más que en la cuenta atrás estamos en el tiempo de descuento. A falta de menos de una semana para facturar nuestros sueños y emprender viaje, repaso las etapas por las que he pasado en estos últimos meses y que me han tenido un poco confundido. Como siempre, otras opiniones y experiencias son bienvenidas, el blog es abierto.

Acto 1: el peso

Al principio me cargaba de miedos y peros. La distancia, la familia, los 80 años de mi abuela, mis padres, mi hermana, las amistades con quien sigo creciendo a diario, los compañeros de trabajo…me parecía un mundo alejarme de todos ellos y perderme el día a día y tantas cosas buenas que me dan.
Tenía miedo, mi cabeza se llenaba de ideas negativas y sentía un peso que en muchas ocasiones me hizo pensar en desistir, en decidir que era mejor quedarme, renunciar a este proyecto.

Es curioso como las convenciones sociales nos van encaminando y como elegimos en base a un puñadito de opciones. El caso es que no siempre son las que uno desea y si además no existe más responsabilidad que la de cuidar de uno mismo, esas opciones parecen todavía más escasas. Me descubrí haciéndome un auto-boicot para así no afrontar la dificultad de hacer este viaje.

Nunca me atrajo la seguridad de un trabajo bien pagado y relativamente seguro, ni acercarme (vertiginosamente) a los 30 con total tranquilidad, ni buscar objetivos fáciles.

Empecé en la universidad y a trabajar a los 17, en lugares seguros donde me formé profesionalmente en el arte de educar, con grandes maestras y maestros que han orientado mis pasos hasta el día de hoy. Estuve 6 años trabajando en centros de menores y otros 6 en prisiones siempre haciendo intervención directa, con todo lo bueno y lo no tan bueno que eso comporta a nivel personal. Ahora quiero algo distinto.

Pienso en el deseo de llevar a cabo mis planes, en trazar mi camino y seguir adelante. De ponerme a pensar en todo aquello de lo que me distancio acabaría por no intentarlo nunca, preguntándome como habría sido, pues siempre hay un motivo para quedarse.

Los míos vienen conmigo y a pesar de la distancia, son felices de ver como cumplo mis sueños. Eso me ayuda a dejar atrás los miedos y a seguir camino. Gracias por dejarme ser.



Acto 2: la levedad

Irse, cerrar, mudarse, emigrar o como se le quiera llamar implica desprenderse de una cantidad enorme de cosas que se nos han ido pegando casi por inercia. Al principio cada paso me parecía gigante y ahora el dejar cosas materiales se ha convertido casi en un divertimento.
Para eso está bien hacerse una lista mental de lo que realmente necesitamos, para viajar me refiero. Ropa, documentos y dinero. El ordenador y cuatro chucherías más que siempre apetece cargar…y nada más. Me dije: -¡Todo lo demás está de más! Y ahí empecé realmente a poner en marcha el proyecto.

Cambios reales. Los últimos meses los pasamos en la casa familiar como forma de compartir gastos entre varias personas. Por otra parte la experiencia de volver a casa de mamá por unos meses fue muy buena, desde aquí un saludo (Hola mamá, ¡escribo en un blog!)
Así cancelamos varios gastos de golpe: alquiler + internet + agua + luz + gas. Surgió la posibilidad de cambiar de trabajo. Gastaba 200€ al mes en gasolina + 200€ al mes en comer fuera, además de tiempo. Estos últimos meses he comido en casa cada día y he ido al trabajo en transporte público, ¡ole ole y ole!
Finalmente, gastos y contratos añadidos: tarjetas, cuentas, servicios…
No sabéis lo bien que se siente uno al ir tan ligero. Ese acto termina hoy, a 4 días de des-pegar. ¡Renovación!


NOTA: 10 puntos a quienes hayan reconocido que los títulos (el peso y la levedad) son en referencia a “La insoportable levedad del ser” de Milan Kundera, este fantástico escritor de mirada enigmática. 

Acto 3: la incertidumbre 

Mañana nos vamos. Admito que a falta de un día estoy hecho un lío, nervios a parte. 
Ahora mismo no me creo ninguno de los argumentos que he ido recitando hasta convencer y convencerme (risas). No obstante, allá voy.

Y una parte de mi se queda con quienes echaré y me echarán de menos.

Consciente de que esto lo he buscado yo, de que aquí tengo una vida completa, con mi familia, un buen trabajo y motivos por los que salir a la calle. 

Este viaje me llega cuando la vida está en plena efervescencia: la ciudadanía llenando las calles, queriendo mejorar lo que otros echaron a perder. La metáfora de ‘el pueblo unido’ se ha hecho carne este último año, estar es responsabilidad de todas y sin embargo yo me marcho. Consignas que expresan ideas que mueven a la gente a exigir lo que es suyo. 

Me tranquiliza saber que el proyecto ‘Australia’ será un poco lo que yo quiera. Puede durar 4 meses o 4 años, vivirlo intensamente o estar de pasada. Esta idea me ayuda a quitarle hierro al hecho de irme tan lejos. Aprender inglés, conocer gente y lugares, replantearme un par de cosas…y el resto ya se verá.

Las despedidas le dejan a uno con ganas de volver sin siquiera haberse marchado. Ahora veo la parte buena y es que te recuerdan de dónde eres y quién te quiere. Son como un toque de atención: ‘márchate, pero no olvides que aquí estamos’, el recuerdo de varios instantes grabados a fuego en la memoria.

Festivas, emotivas, tristes o inexistentes, pues aunque hay personas de las que no te despides, también son recordadas. Besos y abrazos y suerte y cuídate.

Seguimos camino, estamos en contacto.